Dice la Wikipedia que el nombre de Olocau proviene del árabe Hisn Al-Uqab (Castillo del Águila). Y también dice que la falta de recursos para la subsistencia, y la guerra civil española, hizo que muchos de sus habitantes emigraran a Gavá (Barcelona) entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Como consecuencia de ello todos los años se celebra la "cremá" de una falla en la localidad barcelonesa.
Dejados los coches en el pueblo, junto al bar donde tomaremos las cervezas, iniciamos la marcha con dirección no muy acertada, pues a las primeras de cambio nos topamos con un vado del Carraixet crecido de agua, y henos allí como ñues ante el río Mara, y no era la presencia de algún saurio lo que nos recelaba; simplemente que no era la hora de entregarle los pinreles a las gélidas aguas del barranco. Así que, juiciosamente, volvimos la grupa y rodeamos el obstáculo por un puente próximo. Hay que resaltar que el "Vasco" sí caminó las aguas a pie desnudo y nos esperó en la otra orilla.
Reanudada otra vez la marcha encontramos un cartelón que nos indicaba que pasábamos junto a la "bassa de L'Amara" dejando la macolla (campo de algarrobos) a la derecha para seguir camino del cementerio en dirección a la senda que asciende al Puntal dels Llops.
Durante el ascenso teníamos unas buenas vistas del valle de Olocau y como ya la luz era apropiada, en una parada nos hicimos la foto de inicio antes de llegar al puntal.
El asentamiento del siglo V forma parte de lo que fue un sistema defensivo de Edeta, compuesto por 17 habitaciones abiertas a un pasillo central, la muralla y una torre.
Desde el promontorio se puede contemplar todo el Camp del Turia, una vista del propio Olocau con toda su huerta y el cementerio del pueblo. Siguiendo el perfil de la Sierra Calderona pudimos distinguir el Pico del Gorgo y la torre de vigilancia del Cerro de la Mata. Más a la derecha, un reflejo dorado del mar destellaba junto al puerto y la ciudad de Valencia. Ya en la lejanía, Cullera como una ballena varada entre la bruma, y por supuesto el Montgó, inconfundible, cerrando el horizonte.
Junto a la entrada al yacimiento nos aposentamos para comernos el almuerzo de costumbre.
Continuamos hacia l'Aigualet y nos encontramos con un pino afectado por el Phytoplasma Pini, una bacteria que parasita al árbol y éste para defenderse produce esta acumulación de acículas (hojas de pino) en forma de bolsa gigante que llaman "escoba de bruja". Puede darse el caso que el pino muera a causa de la bacteria, como parece que era el caso del que hablamos.
A mitad de subida hacia la Solana nos encontramos una acumulación de rocas con una cruz que sirvió como pretexto para otro posado general.
Más arriba la vista de la base militar de Marines removió el pasado cuartelero de Bermell, que ensartaba, mas con la memoria que con los oídos las notas de una marcha militar que él creía que llegaba del acuartelamiento, y yo pienso que llegaba rebotada del muro del recuerdo de su "glorioso pasado de cabo primero en esa base. En esto, nos alcanzó Corona que nos refería no sé que jornada realizada en el mismo acuartelamiento, procedente de la cercana base de Bétera donde había cumplido la mili. Yo, pobre de mí que solo podía presentar, de querer hacerlo, una exigua hoja de servicios como triste soldado en el arma de Artilleria (eso sí, como apuntador en elevación) en la lejana Galicia, entre tantos exservidores de la patria me sentía tan disminuido que los dejé con sus disertaciones "militistas" y apreté el paso para acabar lo que quedaba de subida que me pareció cosa de mas provecho.
Ya en la cima del Geodésico, debatíamos con el compañero Toño si los puntos del perfil de la Calderona, apenas unas motitas en la distancia, eran o no la torre metálica del Cerro de la Mata.
La bajada desde la cumbre, por repentina, era para hacerla con paso cauteloso hasta que el terreno se suavizó, llegando a ponerse plano en un giro a la derecha que nos entregó un bien labrado cultivo de algarrobos, donde junto a uno de ellos hicimos otra "paraeta" con foto incluida.
Estábamos ya en el fondo del Barranco del Carraixet y los campos aparecían encharcados por las últimas lluvias, tanto que teníamos que ir sorteando las enfangadas lagunillas en que se habían convertido los bancales. Al llegar a la Fuente de Melxor comprobamos que el vado estaba tan crecido que era poco seguro cruzarlo, y la opción de seguir por la enmarañada ribera era tan descabellada como ascender por la ladera para salvar el cortado donde está apoyada la fuente. ¡Ya estábamos otra vez con los ñues en el Mara!.
Navas y Paco abrieron camino por abajo, pegados a la orilla; otros trepamos la ladera buscando la salida. La disyuntiva provocó que se crearan más incertidumbres que certezas en cual era la mejor opción, tanto que los que habíamos subido por la ladera, en cuanto descubrimos una senda bien dibujada dimos el aviso a los de atrás, pero ya los que habían seguido por abajo también avisaban de su éxito y la mayoría decidió por el camino junto a la corriente del Barranco, más llano pero menos firme y lleno de maleza.
Tras la peripecia en la que no tuvimos que lamentar ningún percance, nos agrupamos junto a la caseta donde se inicia una acequia que discurre por la orilla, entubada en la mayor parte del recorrido, y cuyo trazado sirve a modo de pasarela colgada.
Todavía pudimos ver en un bancal los restos de la Senia dels Simeons, noria de las que se movían por medio de una mula uncida a ellas.
Estábamos en medio de la macolla que se nos había quedado a la derecha por la mañana. Más adelante en un giro a la izquierda nos encontramos con el cartelón de la bassa d'Amara, ya en el camino de ida, cerrando la ruta.
Sonaron voces sobre que esta etapa había sido como un Fanzara II. Por las dificultades surgidas en la postrimería de la ruta; podría tener una cierta semejanza, pero esta ruta es muchísimo más asequible, y la crecida del Carraixet ponía la nota de color que buscamos en cada salida, y nada más.