martes, 26 de septiembre de 2017

Almedijar; Pico Cullera - Barranco Almanzor

= 69

Tras las suaves salidas iniciales, después del verano, era menester empezar a exigirnos más esfuerzo en cada jornada y el Pico Cullera se prestaba para el caso, pues sin ser de los más destacables de la sierra, con sus 977 mts, son necesarias algunas energías para alcanzar la cima; un espolón al fondo del valle desde el que se tiene la amplia vista.

La panorámica nos muestra los pueblos de Almedíjar y Castellnovo, en primer término, así como un buen tramo del valle del Palancia, desde Geldo hasta Vivér, algo más alejados, y las faldas del Ragudo, coronado por el Pico Pina, encaramado en el último atisbo del horizonte hacia la sierra de Gudar. Es pues, a pesar de su modestia, un lugar de privilegio para cualquier caminante.

Para empezar la ruta, habíamos acordado reunirnos en el área de descanso que hay saliendo de Almedijar hacia el barranco de Almanzor, pero no haríamos el ascenso por el barranco, sino que, tomaríamos la alternativa de subir por la senda que zigzaguea por la ladera, que se nos antojaba un trazado más retador y vibrante que el cómodo paseo bajo el dosel de la rambla de Almedijar (como, también, se conoce al barranco).


Desde el área de descanso iniciamos la marcha por una pista pavimentada de hormigón. Más arriba, cuando la pendiente se acentúa, se convierte en una amplia senda que va "escalando" la ladera y que se estrecha a medida que ganamos altura entre matorrales y algunos alcornoques y pinos rodenos dispersos. Ya, solo teníamos que volver la mirada hacia el valle para disfrutar del panorama que íbamos conquistando.


A estas alturas de la caminata la "manada", que ya había calentado las piernas, empezaba a impacientarse y fue fácil qué al primer titubeo de la cabeza de la comitiva, los más ansiosos se desmandaran atrochando para ir ganando posiciones delanteras acelerando y "estirando" la fila con saña inmisericorde, y el compacto cordón multicolor se transformó en una sucesión de puntitos diseminados a lo largo de la senda. Mas por querer que por poder, porque la mayoría de los "lebreles" llegaron a la cima sin resuello y con el corazón en la boca, aunque alguno lo disimulara.

En esta oportunidad, el lugar para hacer una paradita era las Piedras de Cullera, un apilamiento de losas de rodeno voladas sobre el vacío que invitaban a arriesgados posados, de los más audaces compañeros. Una de las losas conocida como el "Pulpito", que parecía el ara sacrificial donde rendir su tributo a los dioses de la sierra, solo exigió el “sacrificio” de quién se arrastró por ella, para posar en la punta. Ni siquiera hubo, como es acostumbrado, en esta ocasión reagrupamiento aprovechando la parada, porque el Pico Cullera estaba a tiro de piedra y el personal loco por culminar la cima.




Así, que tras las fotos de rigor, la marcha continuó.  Ahora en forma de goteo, porque el que va primero lleva ese plus de energía, y los que siguen detrás, se conforman con alcanzar la cumbre sea como sea, y almorzar. 

Desde el Pico, los que habían llegado antes fueron recibiendo a los más rezagados hasta la reagrupación de todos. Cuando, el grupo al completo, nos habíamos  recobrado  del esfuerzo mientras disfrutábamos de las vistas desde el Cullera, descendimos unos metros hasta un lugar espacioso, para tomar un bocado. 



Tras el almuerzo, seguimos en dirección noreste junto al pico Refición  (995 mts) para llegar al collado que hay en el vierteaguas, perpendicular al cordal de la sierra de Espadán, con el pico que le presta el nombre al frente, donde se inicia el descenso por el camino de Ibola, una pista forestal que discurre siguiendo los inicios de la rambla de Almedijar que luego en su parte más profunda es conocida por el Bco. de Almanzor. Todavía tuvimos ocasión de degustar los frutos de una viña que encontramos junto al camino, y colectar almendras de lo que en otro tiempo fueron cultivos muy aprovechados de esta zona, hoy abandonados a su suerte. 



Se deja el camino en un desvío a la derecha y se inicia el tránsito por el Almanzor. Ya en esta zona, los arboles tienen otro porte, sobre todo los alcornoques, verdaderos protagonistas de este espacio, con ejemplares que sobrecogen por su envergadura y un aire fantasmal que se les queda, una vez desnudados sus troncos de la corteza, y las ramas desdibujadas en el aire ( como viejitos en calzones largos alzando los brazos clamantes al cielo). La humedad del barranco que queda retenida en el sustrato constituido por la piedra de rodeno, y una pequeña corriente de agua, favorece el hábitat de la especies de ribera que nos vamos encontrando según nos adentramos en el barranco, y que contrasta con la sequedad de la ladera. Una galería de verdes que recogen la luz filtrada por el arbolado, y el rumor del hilo de agua de la rambla, nos acompañan un buen trecho del barranco. La ruta coincide con una canalización de tubos de cerámica, enterrados bajo la senda de piedras, que nos obliga a pensar en la capacidad y el empeño de quienes la hicieron para llevarse el agua a donde la necesitaban. 



Cuando el descenso se suaviza nos encontramos con la Fuente de Almanzor que es el manantial desde el que se canaliza el suministro del agua para el pueblo. Más adelante encontramos "La cabaña del Carbonero", pequeño abrigo que servía de refugio a los leñadores en la producción de carbón  de  las “carboneras” con las que surtían de este recurso a quién lo necesitara. En un cartelón hay un detallado gráfico de esta, ya antigua, industria.


En un par de km. más, alcanzamos el punto de inicio de la ruta donde dimos por concluida la caminata y comimos como chanchos…como siempre.



Si del Garbí, podríamos decir que es nuestra casa, por que más de uno lo caminaría, hasta durmiendo, sin perderse; visitar la sierra de Espadán sería como ir a casa de la prima que siempre nos guarda una sorpresa, y nunca nos defrauda.