En esta ocasión, y por merecerlo mucho la zona y el buen estado en que se encuentra, hemos elegido la sierra de Espadan, concretamente Eslida, para hacer nuestra caminata de hoy. Arrancamos desde la urbanización de la Costera, una agrupación de casas que está a la entrada del pueblo y un poco más alto que el resto de la población. Después de rendir un discreto homenaje al “cadáver” del alcornoque que custodia el aparcamiento, iniciamos la senda con una suave pendiente con dirección este, que nos va invitando hacia una parte más umbría de la ladera. La foto de “inicio” la hicimos en el primer espacio soleado que encontramos, poco antes de la Font dels Llops. La senda sigue en ascenso, poco exigente, siempre hacia el este, hasta que después de un giro hacia el oeste, ascendemos cruzando una pedrera que luego bordearemos por su parte alta, otra vez hacia el este. En continuos zigzags, vamos subiendo en los últimos esfuerzos del camino. Y cuando ya clarea el monte por la base de los pinos y los alcornoques, y nos creemos cerca del alto, el camino gira otra vez hacia el este hacia la parte mas alta de la costera, como queriendo apurarnos las energías que habíamos reservado para la subida. Ya estamos en la cumbre, con el sol en la cara y nos cuesta posar con los ojos abiertos para las fotos. Desde aquí tenemos a nuestra espalda el Puntal del Aljub y todo el Espadan hasta el Rápita, y a nuestro frente la Costera semeja el lomo de una montura que nos quisiera catapultar por encima de las orejas. Tenemos el alto de la nevera al fondo, pero en medio la bajada hasta el Coll Roig nos parece una impertinencia del camino porque hay que descender un buen desnivel hasta el collado que habrá que volverlo a ganar inmediatamente. Pero en la bajada hemos recuperado el aliento, y con las precauciones del descenso se ralentiza la marcha y se renuevan las energías. Después del empinado ascenso desde el collado, sobre el rojo suelo del que toma su nombre, la senda se tiende en un tramo casi plano que nos lleva sumergidos en el fresco de los brezos, como el regalo de despedida, hasta pista que viene del castillo de Castro. Enfrente esta el recodo donde arranca el ascenso a la nevera, y en él un cartelón sobre las rapaces de la zona. Hay una cierta inquietud por saber lo que falta exactamente para llegar a la Nevera, pero todos estamos ya convencidos de que lo hemos logrado otra vez. Del almuerzo solo diré que a uno de los nuestros se le coló la cantimplora por entre los barrotes de una de las ventanas de la nevera, y allí la dejo refrescándose.
Para la vuelta descendimos por un par de cortafuegos que nos evitaron alguna revuelta innecesaria a estas horas por pista forestal, hasta que enlazamos con la que, pasando bajo el Coll Roig, se cruza con el GR- 36 y acaba en la urbanización de donde habíamos partido.
Hermoso regalo el que nos brinda la sierra de Espadan, y grato recuerdo la compañía de los Andafon@s